A veces hasta me duele
el dolor de mi dolor.
Su sufrimiento,
su abandono
de pan viejo.
Ya nadie quiere
una gimnasia de llanto
en honor a mi dolor.
Ni un ejercicio
de risa o burla
como homenaje.
Dolor mío,
mi dolorcito,
mi compañero:
me despierto,
desayuno,
tomo el ómnibus,
estudio, trabajo,
y vos a mi lado.
Qué importa,
dolor,
si los demás
no te apuntan
con los ojos.
No te descargan
el corazón.
Yo aprendí
a decirte.
De vos vivo.
Es suficiente.
JORGE CONCHA LOZANO
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