Sobre la oscura mesa,
las manos codiciosas
aprietan el vacío.
Son treinta las monedas,
que esperan su destino.
Un montón de amarillas,
silenciosas,
son el precio de una vida
que se escapa,
sin preguntas… con violencia.
Es duelo de un acuerdo inacabado,
la venta de algo inerte…
vil materia.
Fundidas por un César victorioso,
sus caras ya no brillan como
antaño.
Son oro maleable, deseado.
Relieves desgastados de mil
manos,
se dejan masticar por los
expertos.
La prueba es necesaria al cerrar
tratos,
antigua tradición de mercaderes.
Historias muy distintas las
separan.
provienen de países muy lejanos.
Si hablaran, son capítulos
tremendos,
un libro de aventuras del pasado.
Los hombres las condenan sin
sentencia,
a ocultas, enterradas,
escondidas,
viviendo en los lugares más
extraños…
El pecho de una dama distinguida,
la bolsa genital de un viejo
turco,
sentina de una Nao de Fenicios,
el huerto de un Procónsul de la
Galia...
La mesa es la frontera entre dos
sombras,
que se hablan sin mirarse,
vehementes.
Negocian en voz baja.
No se sabe…
que extrañas ambiciones les
corroen.
Sus ojos tan abiertos los
delatan.
El rayo de un cuchillo corta el
aire…
El muerto no dirá lo que ha
perdido...
AZPEITIA
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