Cada día, siendo un
retoño dentro del viejo rosal, asomaba un pétalo tierno, miraba el cielo, veía
el horizonte peinado de brisas secas, de desérticos soles y decía
– Aún no es el
momento-
Ella sabía que si
dejaba de llorar por tanto sueño perdido, tal vez, aún en esa árida pared,
lograría ser una rosa. Pero no se animaba. “Aún no ha llegado el día”
pensaba la pequeña. Y
seguía llorando en su páramo sin flor.
Junto a su cuerpo, tras sus lágrimas en cascada, no
le fue posible evitar el sentirse
abandonada; sola,
mustia y sin color.
Lloró tanto pero
tanto, tanto, que finalmente, su semilla germinó transformando
en rosa roja su
avidez de amor.
Floreció, amó y fue
feliz antes de morir ahogada en su propio llanto de mujer.
ANY CARMONA
2 comentarios:
Florecer, tiene belleza en la letra que nos identifica en la esencia femenina...
Bellas palabras teñidas en la desolaciòn de esa lucha por ser.
Un beso
Susana
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