Quiero perturbar la paz
que recién habita en mí,
agonizar en agudos lamentos
y sentir en carne viva
mi inmerecida desdicha.
Ahogarme en hoscos sollozos,
tiritándome la piel, los huesos, el alma,
encharcando mi fondo así.
Malgastar el tiempo,
desperdiciar mi vida quejándome del grosor
y del peso del dolor.
De mis entrañas.
Disecarme tras soltar océanos de sal
y sucia agua,
empujando mis restos por el suelo
hacia ninguna parte.
Quedarme sin voz en gritos
por no volver a escucharme.
Buscar todas las tristezas existentes
y exprimirlas una y otra vez
y ver como jamás se agotan.
Intermitentes, sin medidas,
vacías aunque llenas.
No me conozco sin nostalgias,
no soy yo sin lloros.
No tengo ánimos para broncearme
ante esta salida de sol tan mágica.
Debería apreciarla.
Me acostumbré a lo malo
y a no creer en la caridad,
en los arcoíris tras las tormentas.
Las cicatrices no escuecen
pero evitan que coja color.
Son tan feas, que con buen tiempo,
me tapo entera.
No es temor, sino desgana.
Deseo sufrir más.
Nunca pensé que ansiaría lo de siempre,
¡al revés!
VERÓNICA DOMÍNGUEZ BOGADO
3 comentarios:
Quedarme sin voz en gritos
por no volver a escucharme...
Esta manera harta es la más pertinente para devorar el dolor, para degustarlo; pues el dolor es la certeza de la vida, y el placer no es más que una adolorida exquisitez.
Me encantó.
Vero, te felicito por la claridad de tus conceptos y la original forma de presentarlos. Esta obra fue surgiendo por sí sola desde tus palabras que pensaban ser narrativa pero que luego se convirtieron en poema. Me encantó desde es primer momento...Besos...Any
Publicar un comentario