Llegaron a
la habitación como si hubiesen llegado a un salón de sacrificio.. Se miraron de
frente y no se vieron. Como dos desconocidos se dijeron palabras que ninguno
alcanzó a escuchar tal era el ruido de sus corazones.
Optaron
entonces por olvidarse que vivían y se arrancaron la ropa y las miserias.
comenzando a comerse lentamente los hombros y los pechos. Perdiendo la noción
del tiempo y sus raíces los amantes enfrentaron el tornado de sus vientres, la
vorágine inclemente de sus sexos, corrigiendo límites, fronteras; acechando los
vértices, cogieron los atajos y vericuetos ya estudiados.
A mordida
limpia siguieron devorándose
hígado,
riñón, sin ningún otro presagio que la primavera,
donde
perdieron la respiración sin encontrarla. Les tomó dos horas reconocerse
intactos perdidos en la bruma de la estancia, encontrados en el embrujo de la
nada.
Dos horas
caníbales del sexo, antropófagos del alma colimados en el centro de ellos
mismos como una galaxia extraña y palpitante.
Al
despertar, la habitación era aquella conocida en la que no habían estrellas ni
luceros, tan sólo paredes frías y calladas en que habíanse perdido…
Pero el
corazón aún les palpitaba.
ERNESTO DEL VALLE
1 comentario:
Cautivante relato, para la encendida vorágine de la pasión...
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