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jueves, 14 de marzo de 2013

BAJO TU MANDO por GRACIELA CASARTELLI



















Dime, PADRE:
Cómo ahogo en tu manto, el recuerdo
                                     de ese padre;
quien dándome la vida en esta tierra,
se olvidara de mi actual presencia.

¿Es que le importan mis sonrisas;
o las tristezas, apresadas en mi alma?

Dime PADRE:
Cómo ahogo en tus sombras,
la sombra de su ausencia.

Si TÚ me creaste y él…
me dio la vida, a través de su vida.

Si  hoy,
olvidado está de mi existencia.

Dime, en qué lugar de tu Cruz,
ahogo esta tristeza.

En qué costado, de tu costado herido;
guardo mi desgarro

No sé…
No sé, si fue feliz en aquella instancia;
que de amor rebozaba,
en la dádiva del acto.

O satisfecho, concedía la semilla; sabiendo,
que me llevaría a la condena
                                      del abandono.

Dime PADRE, si en los instantes felices,
de mis risas de niño delante de sus ojos;
no acompañaba también,
                                     el egoísmo cruel de su negativa.

Si tu luz podrá traspasar,
la barrera de la indiferencia en él anidada;
así como el reflejo en mi escondite tenaz,
                                      diciendo:

¡No existe!. ¡No existió!. ¡No existirá!

 Dime en qué subrepticio lugar,
oculto la devoción de mis ansias.
Ternura vencedora del orgullo,
                                       en cariñosa caricia.

Mis dedos deslizándose, por su tenue cabello;
opacado por el paso de los años.

 En qué cofre de mi mente,
                                       no gritar que le amo,
 y sufro; al no tenerlo conmigo.

En qué cofre secreto, guardar las perlas sagradas;
de este cariño inmenso.

¡Llámale, PADRE!

Hazle saber que el tiempo se acorta
y el arrepentimiento es eterno.

Del agotamiento del instinto,
                                       en el segundo preciso
y el vacío expandido entre los silencios.

Exhórtale… que no hay mayor trayecto,
como aquél  por el cual nos alejamos,
                                      de tu entidad sublime.

¡Llámale! Dile, que sólo somos dos infortunados seres;
                                       heridos por la vida.

Y tal vez, así… reúna su condena con la mía;
en la convicción de que tu manto,
es el único abrigo asequible para ambos,
                                      en el tiempo
                                      y en la distancia.


GRACIELACASARTELLI



1 comentario:

Graciela Marta Alfonso dijo...

Graciela, es muy profundo tu poema, muy bueno para reflexionar en estos días...