Al compás del rocío de una mañana de invierno
estuvieron tan tristes estas hojas que
del desamor en cadena.
Tristes hojas que roban una caricia
en falsa máscara de ese hombre que ronda
para dejarnos dementes bajo techo ajeno.
Y aún siguen más tristes porque sólo
lo gris guardan en firmamento. Lo gris y lo
oscuro laten casi sin dejar vida sobre
la faz de su tierra.
Hojas que hoy no danzan, Zeus no
roba mujeres, se quedó el Dios quieto
en ausencia de imagen. No se le ve
y las ninfas lloran y gimen porque el agua
no baña más sus cuerpos de azúcar
ahora sedientos.
JULIA DEL PRADO
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