Verdaderos, soñados...
momentos que se repliegan detrás de una rosa...
La confusión del hombre empobrecida
en un cajón de recuerdos que no son más que las añoranzas de instantes que prevalecen en nuestra memoria;
cegándonos desde lo superficial,
sin permitirnos mirar a los otros.
Experiencia gobernada por la vanidad de nuestra resistencia a la entrega absoluta,
a la compasión que permite amar y mirar al otro.
¡Hoja quemadas con palabras arrastradas por el aire en la cenizas del dolor más absoluto!
El triunfo de la experiencia, el triunfo de estar en lo cierto, el triunfo de la soledad.
La lápida de mis recuerdos y la tierra que me separa del mundo, en soledad, en tinieblas, en la blancura permanente, en el temor más hondo.
Me coartaron, me arrancaron la posibilidad de mirar los colores de la vida.
Estoy muerto, estoy hundido en mi vanidad, estoy en el principio de un final.
El desamparo, la crueldad, la lejanía, los espacios, la vida tan incierta...
Tan sublime e inmensa...
Creo en la vida, a pesar de todo.
Creo en el amor, creo en los sueños, creo en vos.
Y allí estaré aunque no lo imagines, aunque no lo creas...
La fe ha vuelto a mí y viviré por ella hasta vivir.
Porque creo en tu mirada, amor, porque creo en el ser humano.
Marcelo Martínez
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jueves, 6 de enero de 2011
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1 comentario:
He leido tu poema. Advierto la contradicción del mensaje del dolor...Besos...Any
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