Renuncio a mi civilidad.
A mi nombre.
Tendrán que llevarme de aquí,
u ocultarme bajo la cinta de la calle.
Disfrutaré de la alegría
de no llamarme
y de no ser llamado.
Arreciaré con mi respiro
la vida del que se acerque:
le impondré el fuego,
y no se apagará.
Seré feliz:
comeré la tristeza
o la carne de la alegría:
sabe bien el mundo
de la mandíbula enorme
de este corazón.
JORGE CONCHA LOZANO
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