Calina la tarde,
se viste de nubes
al llegar el ocaso.
Breve la espera,
ansiado el encuentro,
extenso el periplo
para llegar al brindis.
El vino escarlata
se bebe tus labios,
me roba el beso,
extasía el deseo.
La lluvia acaricia.
Mi nuca encantada
se deja jugar
por picaros dedos.
Se cierra la noche
en el cerco del lecho.
Los cuerpos se ligan,
se enredan, retuercen.
Solo se habla la lengua,
del roce perpetuo.
Lo demás apenas es coro
de suspiros y besos.
El amor, jinete afanoso,
con la carne, brioso copula.
Extenuado, indolente,
después se descansa
preñando el afán,
con acertado mimo.
Se explaya el sopor
por tu espalda desnuda,
mis brazos se guardan
cobijando tus pechos.
Así hasta el alba
se duerme el anhelo.
Y despierto ya el día,
tu piel se lleva mi piel
por cierto camino.
Se azuza el fuego,
reavivan cenizas
en nuevos jadeos,
mostrando que aun
se encuentra vivo
el rojo del vino.
se viste de nubes
al llegar el ocaso.
Breve la espera,
ansiado el encuentro,
extenso el periplo
para llegar al brindis.
El vino escarlata
se bebe tus labios,
me roba el beso,
extasía el deseo.
La lluvia acaricia.
Mi nuca encantada
se deja jugar
por picaros dedos.
Se cierra la noche
en el cerco del lecho.
Los cuerpos se ligan,
se enredan, retuercen.
Solo se habla la lengua,
del roce perpetuo.
Lo demás apenas es coro
de suspiros y besos.
El amor, jinete afanoso,
con la carne, brioso copula.
Extenuado, indolente,
después se descansa
preñando el afán,
con acertado mimo.
Se explaya el sopor
por tu espalda desnuda,
mis brazos se guardan
cobijando tus pechos.
Así hasta el alba
se duerme el anhelo.
Y despierto ya el día,
tu piel se lleva mi piel
por cierto camino.
Se azuza el fuego,
reavivan cenizas
en nuevos jadeos,
mostrando que aun
se encuentra vivo
el rojo del vino.
SEROMA
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