Esperándote, alfarera,
me aderezo en barro.
Nada soy sin tus manos,
solo agua y grava virgen,
quedando en el intento
de urdir fantasías inversas
sobre palomas de insomnio.
Tal vez, asfixia de sal,
en un añejo fango tibio.
Requiero tus destrezas
de mágicos instantes,
moldeando sonrisas al deseo,
y los frutos candentes
de pezones sin ataduras,
para dejar de ser inconcluso
légamo muriendo en destino
de piel reseca de madera.
SEROMA
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