Lamí hasta arrancar tus dulces jugos que, libres de obstáculos, se abrían oferentes a mi placer. Mi lengua, extasiada en su caminar, me habló de goces ocultos y me transportó a los últimos rincones en que reposaba esa gota de néctar que premió mi adoración por ti.
Mientras, ofrecías tus centros abiertos como se ofrece la más deleitosa de las frutas del paraíso.
Ciego de pasión, obtuve de tu esencia corporal miasmas que, con sabor a primavera, reverdecieron los recuerdos de una juventud lozana e invencible.
Hoy, días después de devorar tu cuerpo, aún queda entre mis papilas el leve recuerdo de tu dulzura. No puedo menos que preguntarme cómo es posible que un simple, popular y humilde rosco de vino sea capaz de devolverme tantos sabores de tiempos pasados.
MANUEL CUBERO
3 comentarios:
Manolo: si bien no eres un escritor de letras sensuales (o al menos yo no te conozco esas), este escrito lo es y mucho...Me encantó, sobre todo por el inesperado final, por el cual no puede inscribirlo en el rubro "erótica" Bravo amigo!...Besos...Any
Me encantan los finales inesperados. Es una forma de mentir piadosamente muy curiosa.
Gracias, amigas. No apunta mal verónica, no.
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