Desde la temprana placidez del día,
desde su misma córnea o matriz
centrada en su labor
El ojo sideral de la luz,
se abre a la alborada
para apacentar los horizontes y la niebla.
En el prisma donde la belleza
eleva su estandarte vertical y diáfano.
Desde ese mismo punto
voy observando los pixeles del paisaje
abarcando la exacta polifonía
del pentagrama infinito en cada
cuadrante majestuoso
y en esa lactancia de vectores
veo cobijar el breve muñón del sol
cancelado por la nube gris que le niega
establecerse finalmente
en la fiera eclosión de sus jornadas
ERNESTO R. DEL VALLE
2 comentarios:
Jamás leí poema alguno que describiese el amanecer de una forma tan bella como lo haces tú aquí, Ernesto.
Las nubes no son tan malas, nos dan lecciones para saber seguir adelante.¡Besos!
¡Bello este amanecer florecido de metáforas candentes y vibrantes!...Me encantó...Besos...Any
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