las aguas indebidas de las lunas
Aquí en la mesa donde
cayeron tantas bendiciones
las manos en posición de orar
la vista entrecerrada
los padrenuestros por el pan sobre el mantel
y los delicados dedos de los viejos
sus trajinadas falanges acontencidas sobre los campos
desgranando de noche los maizales
tejiendo la dorada melena de los trigos
juntando la música de la higuera
besando el odre impenetrable de los membrillos
curando el más querido caballo herido
sus trajinadas manos orantes encordadas
a un sino como las guitarras
Aquí en la mesa se resolvían todas las cuestiones
de la madrugada y del ocaso
la de la cerca y la semilla
la del riego y la cosecha
las cuestiones del amor
los niños en ronda y en silencio
lo sabían y callaban
ellos sabían que la risa molestaba a la meditación
y la resguardaban para el solaz instante de los campos
cuando se sentaban con las piernas colgando
en las ramas del gran árbol
e invitaban a Dios a humedecerse los labios
con los frutos almibarados de los durazneros
o a mancharse la túnica con la tinta de las moras.
Allí en la copa del gran árbol se resolvían las cuestiones
más hermosas
las del fruto y la flor
las de la infancia
y ya no necesitaban orar
porque Dios era un niño
como ellos
que trepaba hacia el peligro
con un alma de pájaro y cometa
sin miedos
y todo estaba provisto.
MARISA ARAGÓN WILLNER
2 comentarios:
Marisa, cuánto de nuestra vida queda adherido a determinados lugares, que cuando el tiempo pasó y esos lugares son sede de otras actividades, nos parece tan extraño, cuando los unimos a lo antiguo, tan sentido, tan querido...Muy bueno...
...e invitaban a Dios a mancharse con los frutos almibarados de los durazneros...Un verdadero Dios en lo cotidiano y en ese mundo prístino de la infancia. Bellisimo.
Ricardo Coplan
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