Una de esas preguntas que quedan flotando en tu mente
por años, sin hallar la respuesta, generándote una gran frustración.
“Cuando
naciste, tu padre se fue” Sentenció mamá con voz glacial-
como si me dijera que cambió de mucama- cuando le interrogué por él, ese padre
que me dejó sus genes, su sangre, su esencia, pero al que nunca pude ver, y ella
jamás me explicó por qué.
Fue entonces que dejé de preguntar para ir en búsqueda
de un padre. No, a él no, me hubiera gustado, pero como si la tierra lo hubiera
tragado, mamá no me daba pistas, no quería que lo encuentre. Sin embargo me
contó que era escritor y abogado, pero también un militante de la política.
Vaya, sí que heredé algo de él. No podía dejarme mejor herencia. Pero decía,
fui en búsqueda de un padre, por donde iba, veía niñas de mi edad llevadas de
la mano por su “papi”.
Recuerdo ese día que la niñera me llevó a la plaza y
allí los vi: la pequeña llevaba un helado en la mano y a su papá en la otra.
Arrojé mi helado, me solté de la mano de mi niñera y corrí a abrazarme a ese
desconocido pero que yo quería que fuera mi padre.
-¡¡¡¡ Papá, es mi papá!!!!
No pasó un minuto sin que la diminuta niña y yo, nos tomáramos
de las trenzas ¡Estábamos peleando por un hombre! “¡Qué vergüenza!”, dijo mi niñera “¡Qué
barbaridad!”, dijo “nuestro padre”, no los escuchamos, seguimos tironeando
de él –tan pequeñas y ya discutiendo por un hombre ¡ay, con estas cosas
femeniles!- hasta que consiguieron separarnos.
Mi supuesto padre sugirió que fuéramos los cuatro a
tomar un helado- parece que mi rival, también era hija de padres divorciados-,
mi niñera más que encantada con la propuesta del caballero, y yo, más que
furiosa ¡No necesito un helado, necesito un papá!
¿Por qué no me entendían? ¿Por qué se reían los
adultos, de las lágrimas de una niña?
Por supuesto que no fuimos a tomar ese maldito
helado…tampoco conseguí un padre.
Aún lo sigo buscando en los rostros de los hombres que
pasan a mi lado…qué tonta, debería dejar de hacerlo pues…lo último o quizá lo único
que supe de mi padre fue que había muerto de un infarto.
Adiós
esperanzas de encontrarte, papá, adiós la ilusión de un reencuentro y un fuerte
abrazo, adiós al sueño de que conozcas a tus dos nietos, sé que los hubieras
amado, son nobles, son personas de bien- porque ellos sí tuvieron un padre que
les dio mucho amor-,
adiós a la
búsqueda incansable…adiós, papá. ¿Me esperarás en el cielo? Prometo no
reprocharte nada, sólo darte ese abrazo que nunca pudimos darnos.
Padres,
recuerden que un hijo es un ser que vino a esta vida porque alguna vez, dos
personas se amaron. Si no pueden seguir conviviendo porque el amor murió, que no muera la progenitura
porque duele, duele mucho, es un dolor que no se supera jamás.
Autora: Myriam
Jara- Navegante Literaria
(Protegido
en el Registro Nacional de los Derechos de Autor)
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